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Mostrando entradas de julio, 2018

Prólogo - las desgracias de Rodrigo.

Acababa de llegar a la casa exhausto. Cuántas horas había pasado trabajando la tierra del Duque de Toledo ya no lo sabía ni el propio Rodrigo, pero no podía apenas mover los dedos. En cualquier caso, el trabajo no había terminado, no; allí estaba esperando su padre, sentado en una de las dos sillas de la pequeña casa de madera, con los brazos cruzados, mirando con cariño por la única ventana.     -¡Ay! ¡Si hubieses conocido, hijo, a Alonso Quijano! Que grande era ese señor… de verdad, hijo, que lástima que no pudieses conocerle… Rodrigo no sabía leer, así que difícilmente podía conocer al Quijote, pero aun así estaba seguro de que no existió, al menos en el mundo real, la persona a la que se refería su senil padre. Desde hacía ya tiempo, el pobre anciano se confundía de camino al volver a casa y apenas era capaz de valerse por sí mismo y, lo que es más grave, mentía constantemente. Rodrigo no entendía por qué su padre inventaba tan estúpidas historias de forma tan continua, y es

Soledad.

Porque cuando sobre qué escribir dudo, en todo pensamiento eres un Hermes, y me haces a mí mismo retorcerme en pensamientos de mí mismo, y dudo; Dudo al pensar qué mierda he de escribir, y de nuevo viva y sola apareces y en solitaria soledad me meces; sólo entonces, solo, puedo vivir. Y es por ti, que vienes, por quien escribo, y no soy sólo yo, sino el que escribe, que escribe en verdad por amor a ti. Por ti, que tan poco te quieren, vivo, y ese es primer motivo del que vive: ser feliz solo y vivir para ti.

Desesperación, de Espronceda. Por Díaz Anula.

Volverán las oscuras golondrinas

No imagines a Caronte.

Puede ser la muerte de uno asequible, la muerte de un ser querido, puede serlo. Uno piensa en el dolor, y en que este pasa, se va, huye de uno con el tiempo. Uno piensa en el dolor, y en verdad, apenas le tiene miedo. Que alguien marche duele, y uno queda roto y herido por poco tiempo. Sin embargo, cuando pienso o imagino cómo y cuándo, alguien que amo Caronte se lleva de entre mis brazos, y cuando cierro los ojos con fuerza, y veo su marcha tan cerca al visualizarlo tiemblo, sin motivo unos terribles y vivos escalofríos surcan mi hígado. Y es que imaginar por algún motivo cómo y cuándo un ser querido marcha al olvido, a uno hace vivir su muerte, aunque nunca uno la haya vivido. Puede ser la muerte de uno asequible, la muerte de un ser querido, puede serlo, pero es mejor no imaginar la negra parca junto a un ser querido.

De la mujer la belleza.

Por fin he llegado a la conclusión: Tras tanto meditar sobre vosotras comprendí al fin que dependerá de otras personas apreciar la apreciación. Apreciación de la realidad vuestra, vuestra es, pues, cuanta haya belleza, belleza distinta a cualquier belleza, belleza mejor, más pura, más vuestra. Y es el olor y el cuello y ese pelo precioso y lascivo; y son sus risas, y sonrisas y llantos: todo es bello. Los mordiscos, curvas, amor y senos, Los gemidos y desplomes y gritos, y la piel, el sudor, los movimientos. Y son menos bellos que ellas los vientos; No lo sabéis, pero sois lo más bello.

El comprensible caso del malvado. Cap.1 Parte.1

-No sé en qué momento te quise, si es que te quise en algún momento... - El olor a cerveza que salía de su boca era horrible.- Pero tú mataste a tu madre, niño impertinente… hip… yo fui con ella… y tú tuviste que nacer… y la mataste… y a mí también me mataste, porque desde que ella murió, no he vuelto ni volveré a vivir… Manu estaba frente a su padre de pie, asustado y tembloso. No había nadie en la habitación salvo ellos, y ciertamente Manuel, más que sufrir por las terribles palabras recibidas, sentía un inapelable miedo crecer en su interior. Es cierto que su padre no solía darle palizas, y si se las daba era más bien cuando no tenía cerveza, pero aun así estaba tan indefenso ante aquel hombretón borracho que decía no quererle que apenas sabía qué sentía. El niño, rubio, de pelo corto y de tez blanca, vestido con sencillez con un vaquero y una camiseta negra, estaba sumido ante la sombra de su progenitor, hombre gordo, maloliente, borracho y cruel, que se erguía t

Mi viaje a mi héroe.

Iba a conocerlo, sí, por fin lo conocería. En sesenta años no recordaba haberme sentido tan nerviosa, tan adolescente, salvo tal vez cuando tuve a mi hijo. Amo y he amado a la literatura tanto que apenas sé qué decir. He leído a los más grandes… y él es uno de ellos. Como Valle-Inclán, Unamuno o García Márquez; con ellos situaba yo a mi querido Vilas Matas. ¿¡Qué me pasaba!? Apenas fui capaz de dormir la noche anterior de lo ansiosa que estaba; era como un enamoramiento idílico, como si en alguna otra vida hubiera conocido personalmente al autor y hubiera quedado para siempre prendada de él. Ciertamente, me sentía más adolescente que cuando tenía dieciséis años. ¡Si hasta sentía las famosas mariposas en el estómago como nunca las había sentido! Ni en una cita, ni en la entrega de un examen, ni siquiera con las enfermedades que sufrieron mis padres; no, nunca había sentido tan nítidamente un cosquilleo dentro de mí desde que parí. El caso es que me metí en la cama temprano sin sue

Aguanta, hija de Homero.

Pues cual Bruto traidor traiciona a quien le hizo, mata a quien le hechizó; así es hoy el autor. A ella, madre de ideas, quien fue mundo del sabio y hoy no es fin sino medio A ella, mi amada Rea. Pero les da igual todo, pues son perros y ratas, No tienen otro modo, Restregados en lodo, Bichos de mala pata, Se sienten como beodos escribiendo no sé qué mierdas malas, Para aumentar las ventas, los muy bolos.