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Mostrando entradas de septiembre, 2018

Las desgracias de Rodrigo. Cap. 5

La noche era oscura, el viento, gélido. Rodrigo caminaba sin camiseta y sin frío alguno por un camino de tierra que parecía no acabar nunca. A cada paso, más dudas, y aun así seguía su senda sin intención de parar. ‘’¿Por qué no puedo ser más racional?’’ Pensaba. Si caminar no le hacía bien, tal vez fuera momento de abandonar la tarea y volver a casa. A casa, donde le esperaban María y su padre. ¡Cuánto miedo le tenía a su padre! Prefirió caminar, dudar. El amor que sentía hacia quien le criara era inmenso; posiblemente no había querido nunca a nadie como le quería a él entonces, ni si quiera a su mismo padre. Fue cuando éste no recordaba siquiera su nombre cuando nuestro héroe sintió la más pura pasión del amor filial. Recordaba cada momento, cada risa, cada enseñanza. Se prometía, por supuesto, no olvidar, no caer como su padre en las redes del maligno. Además, no sólo era amor lo que sentía, sino que un dolor agudo y constante invadía su hígado. Pensaba ¿Qué sentirá? Y

Sano, no.

Puede que enfermo esté, pero no como quiero, sino por querer serlo. Y al mirar la vida, es que entiendo mi deseo de dejar de ser un reo Por la popular hueste marcado en su libreto . Morir quiero, y me siento Diferente a la gente. Mientras mi cuerpo hielo. Imagino en mi anhelo Cómo se siente un ente -Y es este sentimiento lo que me trae consuelo- que sabe que se muere. Al escribir sobre ello Me erguiría hasta el cielo.

En Aquiles.

Hijo de Peleo y de inmortal diosa, bañado en la laguna de Caronte, igual de mortal que el criado en el monte, requerido por Atridas ¿Quién osa Pensar que no quiera la fina prosa del poeta? Muerte e historia, confronte una con la otra. Jano, el bifronte, defiende el portón; yo salto a la fosa. ¿Quién siquiera duda de mi bravura? Sólo yo, pues sólo yo he de dudar: Yacer ya, joven, con gran sepultura, O ser omitido al tiempo pasar. Sí; no es morir romántico y sin cura, sino morir y no morir jamás.

Las Desgracias de Rodrigo. Cap. 4.

María era una niña pura. No hay mejor descripción posible. Tendría unos catorce años, padres campesinos y un corazón inmaculado. Roberto y María, padres de la niña del mismo nombre, la habían tratado siempre bien, con amor y cuidado. Conocían a nuestro héroe desde hacía mucho tiempo, y aun siendo este lo frío y distante que era con todo el mundo, ellos sabían que también era bueno, y en verdad le tenían mucho cariño. Posiblemente, es por esto que decidieron, casi al momento en que supieron por Demóstenes sobre las desgracias de Rodrigo, mandar a la pequeña María, su tercera hija, a ayudarle a cuidar al enfermo. Había terminado Rodrigo de trabajar la tierra cuando vio a la chiquilla de la mano de sus padres. -Rodrigo, mira, esta es María. Hemos oído que tu padre no está bien. Ella te ayudará unos días cuidándolo. -Ciertamente, pocas sonrisas había visto Rodrigo más amables que la de aquella mujer. Sin duda, una de ellas era la que la niña sostenía a su lado. -Cla… claro. V

Desesperación, de Espronceda, reeditado. Por Díaz Anula.

El cuervo, de Poe, narrado por Díaz Anula

Las Desgracias de Rodrigo. Cap. 3

El día transcurrió como cualquier otro, y apenas ocurrió nada salvo el trabajo. Podría casi decirse que Rodrigo no salía de casa para vivir, sino más bien para sobrevivir. Trabajaba, se alimentaba como podía, descansaba cuando no le quedaban fuerzas y volvía siempre maltrecho y de ánimo bajo a casa. La dura vida de campo había endurecido sin duda tanto su persona como su personalidad, y el sufrimiento del trabajo apenas le causaba pesar interior. Tampoco la escasez de comida o lo pobre de ésta le dolía en demasía, pues estaba ya acostumbrado a ello. Sin embargo, aquel día sí sufrió cada perrería del destino, cada falta de privilegio y cada obligación como nunca las había sufrido. El sol incansable, la dura y sucia tierra, el dolor de los músculos contraídos… sintió tal vez por primera vez cada uno de los dolores que siempre le habían acompañado. No habló demasiado con nadie, sino que más bien se mantuvo a cierta distancia de los demás y cerca de sí mismo y de sus verdaderos pr