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Mostrando entradas de abril, 2018

Un Poco de Risa (Cap.2, parte 3)

Ciertamente, he de irme a la cama, y no tengo la más mínima intención de narrar mis años ‘’triunfales’’ en la calle, no. Sólo diré que durante algún tiempo, tal vez demasiado, mis amigos y yo recibimos el máximo respeto que uno puede encontrar en el lumpen y en la calle. Sí me veo, en cualquier caso, necesitado de contar algunas vivencias que nos cambiaron al Varo, al Negro, al Tronko, al Carlos y a mí mismo para siempre. Sepan que nuestras reglas no eran las mismas que tenía la sociedad. Nosotros y quienes nos rodeaban respetábamos cosas distintas a las que puede respetar un médico, un barrendero, o cualquier persona de bien. Nosotros respetábamos la fuerza, el engaño, la pericia, el furor de guerra; respetábamos las armas, el fuego, la destrucción; temer, no temíamos. Entiéndase, pues, que al poco tiempo de vivir así, ninguno de nosotros encontraba problemas en hacer daño, sino que más bien lo veíamos como algo normal, necesario y hasta beneficioso. Esa era nuestra forma de vida

Un Poco de Risa (Cap.2, parte 2)

Bueno, lo que aconteció entonces fue, cuanto menos, inesperado. Piensen que nosotros, asesinos, teníamos al principio miedo tanto de ser descubiertos por la policía como de ser atacados por los amigos del proxeneta. No pasó ninguna de las dos cosas, sino que un montón de personas, conocidas y desconocidas, empezaron a acercarse a nosotros y a pedirnos y ofrecernos cosas. No tardamos en comprender: mucha gente se había enterado de lo acontecido, tal vez incluso la policía, pero lejos de albergar odio y sed de venganza contra nosotros, todos parecían entre asustados y agradecidos. Piensen en la locura que esto supone… unos niñatos, de dieciocho años el que más, tenían el respeto y hasta el miedo de las gentes de calle; lo habíamos conseguido quitando la vida, con astucia, con odio; pensábamos, y con motivo, que nada ni nadie podría pararnos. No voy a hablar del tiempo que pasamos asustados, ni de cómo asimilamos nuestra nueva situación, no; hablaré de seis meses después, cuando yo c

Un Poco de Risa (Cap.2, parte 1)

Vaya, estaba teniendo un sueño maravillo, pero la luz del sol me ha despertado y desvelado sin que nada pudiera yo hacer; ojalá hubiera podido seguir soñando. Bueno, vayamos a lo que nos atañe. Mi venganza fue así: Se tardó un año en fraguarse todo, pero fue todo perfecto. El chulo se llamaba Enrique, alias ‘el Kike’. Nos enteramos de todo lo que le concernía durante el transcurso de mi recuperación. Resultó ser un proxeneta famoso que controlaba una gran parte del tráfico de mujeres de la ciudad; tenía untada a la policía, y conocía incluso a varios ministros. Por todo esto decidimos tomarnos las cosas con calma y esperar nuestro momento, que tarde o temprano aparecería. Fueron los siguientes meses un tanto extraños, pues por una parte seguíamos nuestras vidas en la calle, tomando, bebiendo y malviviendo, y por otra hacíamos un sigiloso seguimiento de los pasos del Kike. Cinco meses pasaron hasta que nos esteramos, por mediación de una puta a la que no pagaba, de que nue

Un Poco de Risa (Cap.1, parte 4)

He de avisar a todos, para empezar, que desde aquí el relato pierde la gracia. Expulsado de la casa por mis impulsos naturales, fui a buscar mejor suerte en la dura calle. Yo, como es de imaginar, conocía a muchos golfos, y fue a ellos a quienes acudí en primer lugar. Pasé, por lo menos, varios años con ellos. Al principio, me parecieron gente un poco simple, y basta, y tonta, como yo, así que me sentí hasta mejor que en casa. Mi mejor amigo, el Tronko, era bueno, grande, gordo y pesado; sus habilidades eran innumerables, y grotescos sus fallos. Si bien no tenía dinero, se las apañaba bien robando y delinquiendo; casi siempre tenía para comer, y nunca le faltaba para convidar. Era, sin duda, una gran amistad. Por él conocí al Negro, muchacho fuerte de gimnasio, grande, jugador y, como todos, gran bebedor. La verdad es que en aquel grupo nunca faltaba para tomar, aunque el alimento daba un poco igual. El Negro aprendió a ser un tramposo, y engañaba a los que eran más tont

Un Poco de Risa (Cap.1, parte 3)

Pensad que no soy muy listo, pero sabed que no soy tonto; si mi nombre no está aquí escrito o dicho, es porque así lo he querido, y no por la mundana estulticia que incluso al dios vacila. Mi edad no la puse por carecer de importancia, pero ahora, para los acontecimientos venideros, es útil y necesario que controléis el dato de mis años: doce tenía yo cuando os hablé de mi tía, trece cuando me compraron el F.I.F.A, y dieciséis cuando conocí a la chacha Nicolasa. Esta señora, amable y simpaticona, era muy discreta, bella y traviesa; debía ella tener unos dieciocho años, y esto era cuanto poseía. Yo, como os podéis imaginar, estaba en mala época, y brotaban pelos en lugares antes secos, y crecían elevadas posturas en ciertas costuras. Sí, sí, hablo por supuesto del pene adolescente. Para justificarme, creo que debo decir primero que aquella moza, además de traviesa, bella y discreta, tenía las tetas como dos cabezas, y el culo prieto, apretado y voluptuoso como sueña cualquier mozo