La creación
literaria.
El proceso de creación literaria ha sido de tema de debate desde la realidad Helénica. Para entender los problemas que envuelven a este conflicto que durante tanto tiempo ha estado sin resolver, usaremos las palabras de Harold Osborne: ‘’Los fenómenos característicos de la
creación literaria son descritos de igual forma por los buenos y los
malos artistas, y no ha habido investigación psicológica, por
profunda que sea, que haya podido discernir las diferencias entre los
procesos mentales que acompañan la creación de una obra maestra con
las inspiraciones de un poeta de tercer orden.’’ Efectivamente,
nos enfrentamos a un tema complejo y sin solución definida, pero
puede decirse que, a lo largo de la historia, ha habido dos
confrontaciones de capital importancia: Las teorías Mimética y
Expresiva y las del poeta poseso y el poeta artífice; para un estudio
más ordenado de la materia, encararemos las teorías diacrónica y
ordenadamente.
Hasta el siglo XVIII
toda literatura es mímesis. Nos dice Platón que el artista está en
el tercer poietés, por detrás de dios e incluso del artesano, pues
lo que crea no es palpable. Para él, la mímesis carece por completo de valor,
siendo la historia y, sobretodo la filosofía, más importantes. Según él, la mímesis sólo puede servir para el divertimento. Platón
acabaría por suavizarse en su Crátilo, donde nos dice que la
mímesis es, en cualquier caso, necesaria para aquellos que no son
capaces de hacer filosofía. (Lo cual es un insulto en toda regla)
Como de costumbre en
temas literarios, su discípulo discreparía profundamente.
Nos dice Aristóteles: ‘’Parece haber, en general, dos motivos
para la mímesis. El primero, que imitar es una cualidad congénita
en el ser humano; otro, que todos aprecian las imitaciones.’’ En
efecto, Aristóteles sí da valor a la mímesis, y sería su visión
la que resistiría en Europa hasta el siglo XVIII.
En la segunda mitad
del citado siglo se le quita todo valor a la mímesis, y se llega a
decir errónea e imprudentemente que la mímesis está muerta; en
realidad no está muerta, pues sigue ahí; sólo está resquebrajada.
Ciertamente, el valor dado al artista, cuyo nombre va cogiendo más y
más peso, va quitando importancia a la mímesis en beneficio de la expresividad de las pasiones de los personajes; la literatura deja de ser espejo de la realidad para
convertirse en una segunda realidad. En efecto, el ‘yo’
romántico, la esencia de uno mismo, apartaría paulativamente la
teoría mímetica para traer la expresiva, en la que la imitación no
lo es todo y el centro de la cuestión lo ocupa el ‘yo’ interior
del poeta. Por ejemplo, durante el realismo los personajes tienen una fuerza expresiva enorme, pero la mímesis está evidentemente ahí.
Prometeo aparece como un símil exacto del creador
romántico: ambos le dan el fuego a los hombres; ellos otorgan algo que
los demás no pueden obtener por sí mismos. Shelley, en Frankenstein
o el nuevo Prometeo, nos revela está visión de la creación
artística y nos hace preguntarnos qué obligaciones tiene el creador
con la cosa creada. Se dice que el poeta es el vidente que conoce el
sentido oculta de las cosas y los seres, que penetra en el absoluto y
reivindica la realidad, y en Prometeo en cuanto a que otorga al hombre esta realidad inalcanzable, este fuego desconocido.
En la
teoría mímetica se copiaba el exterior y en la expresiva la
interioridad del artista, el ‘yo’. Poe y Baudelaire serán más
adelante tratados con mayor profundidad; en lo que a estas teorías
respecta, ambos se sitúan frente al movimiento de su tiempo. Si los románticos creen que
la teoría expresiva lo es todo y llegan a afirmar que el poeta es
tanto más hermoso cuanto más cargado esté del verdadero
sufrimiento del poeta, Poe nos dice que no, que el sufrimiento está
ahí, pero lo más importante es la forma. Las teorías parnasianistas
de esa época llegan incluso a promulgar que en el poema no debe estar el verdadero sufrimiento del
autor.
También desde la
realidad Helénica nos acompaña la confrontación poeta
inspirado-artífice. ¿Es la inspiración, las musas, el genio, lo
que nos hace crear, o es el trabajo diario y el esfuerzo? Tratemos
linealmente qué se ha dicho al respecto. Empezaremos por el poeta
inspirado.
Homero, muy anterior a
Sófocles, dice en una de sus obras que la inspiración es un don de
Apolo, pero poco más puede sacarse de sus textos concerniente a estos temas que nos ocupan.
Por otra parte,
Hesiodo, también muy anterior a Platón o su maestro, habla en su
teogonía del don que él mismo a recibido de las musas. Aquí nace,
en efecto, el tan famoso y continuo teoría de las musas; así nace
la locura poética, el furor animi.
Dice Platón: ‘’Los
poetas no escriben todos esos bellos poemas por efecto del arte
(arte, que significa técnica), sino por estar poseídos por un Dios.
El poeta es algo leve, alado, vano. No está en condiciones de crear
hasta que un dios, viniendo de fuera, lo inspira privándole de la
razón. Mientras conserve esta cualidad, todo hombre es incapaz de
hacer obra poética.’’ Esta insultante y peyorativa frase del filósofo ático fue durante muchos años malinterpretada como un elogio al artista.
Las musas serían en
el siglo XVI suplantadas por Dios, y la estética clásica, a pesar
de su intelectualismo, había reconocido en la creación literaria un
elemento que es gracia y misterio, ese no sé qué. Dice Diderot: ‘’El
genio es la fuerza de la imaginación, enamorarse de las cosas, (en
sentido etimológico) verlas con sentido profético.’’
Y, por su parte,
Dubos enuncia esta bella definición, a mi parecer la más diáfana: ‘’Se llama genio a la cualidad que tiene un hombre de
hacer fácil y bien cosas que otros sólo pueden hacer mal y con
mucho esfuerzo.’’
Nace así el genio
literario, que habría de tomar el lugar de la teoría de las musas
en la creación artística.
Los románticos,
como ya se ha dicho en este estudio, llamarían creador al artista e idealizan la visión prometéica de éste. Aparece el concepto de
imaginación, que se independiza de la memoria; se diferencia de la
fantasía en que esta sí
depende de la memoria. Obviamente, en la época en la que nace la
teoría expresiva debía haber una gran consciencia sobre el ‘yo’
literario y sus tinieblas interiores; el sueño es el estado adecuado
para encontrar en uno la propia realidad profunda, que queda fuera de
los sentidos. Baudelaire exalta el opio, el hachís, el alcohol; nos
dice que el estado de liberación mental que traen las drogas es el
estado adecuado para la creación literaria.
En el siglo XX, S.
Freud daría un vuelco a la teoría de poeta inspirado. Él relaciona
(Como siempre en sus análisis) la fuerza creador con el sufrimiento
del artista, que al haber sufrido ciertos traumas tiene la necesidad
de plasmarlos en su obra literaria. Así, según Freud, sería el
complejo de Edipo, por ejemplo, lo que, al no poder ser satisfecho,
lleve al artista a plasmas sus inquietudes.
Explicado ya el
poeta inspirado, hablemos del artífice, que se sitúa erguido frente
a aquel. Nótese que al igual que pasaba con las teorías mimética y
expresiva , el poeta artífice y el inspirado no tiene porqué ser
antagónicos y pueden darse ambos en cierto grado.
Dicho esto, el
poeta artífice es una imagen de trabajo y esfuerzo; nace en época
clásica de la mano de Aristóteles. Nos dice este que el creador
debe cumplir dos requisitos: tener un genio natural, y conocer las de las doctrinas artísticas, que se obtiene mediante el trabajo.
Horacio tiene un papel importante en la teoría del poeta artífice. El se ríe del artista que se deja la melena y las barbas largas por ser excéntrico; para él, el artista es una imagen de orden y de trabajo diario.
Horacio tiene un papel importante en la teoría del poeta artífice. El se ríe del artista que se deja la melena y las barbas largas por ser excéntrico; para él, el artista es una imagen de orden y de trabajo diario.
En la estética
clásica, que había reconocido en la creación literaria un elemento
que es gracia y misterio, hubo un movimiento que sí enfrentó las
teorías del poseso, y validó el conocimiento ordenado de la materia
literaria. Se llegó a decir ‘’prefiero que me acusen de haber
errado con conocimiento que de haber acertado sin saber.’’
En el magnífico
romanticismo asistimos a un movimiento casi contradictorio.
Edgar Allan Poe se niega a entregar la creación literaria al dominio
de lo alógico. Por demostrar que no es la inspiración algo ajeno a
la persona creadora, sino que es el trabajo y esfuerzo lo que trae la
creación, Poe explico cómo creó el poema 'el Cuervo' de forma casi
matemática. El número de versos, cómo debe sonar el estribillo,
quién debe decirlo… Todo fue un proceso lógico en el que nada
tuvo que ver, según dice el genio Poe, la inspiración. No sería
él, en cualquier caso, quien traería directamente estas teorías a
Europa, sino que fue Baudelaire, muy influenciado por el americano,
quien dijo ‘’La creación ya no es hermana de la orgía; hemos
roto ese parentesco adultero. Es, sin duda, hermana del orden y del
trabajo diario.’’
Ya han sido
estudiadas las teorías más importantes que se han dado a lo largo
de la historia sobre la creación literaria, y como conclusión puede
decirse que siempre hay algo que no puede ser explicado en el proceso
artístico; ese no sé qué que los deja balbucientes, pero que
necesita del trabajo diario para llegar a ser arte literario. También es relevante subrayar de nuevo que la
teoría mimética, ahora en segundo plano, no está muerta, sino que
sigue ahí, junto a la expresiva, siendo parte importante del proceso creador.
Comentarios
Publicar un comentario