Sobre la ‘democracia’ del XXI
Ya que tantos tontos tanto dicen de política, creo que es el
momento de que yo mismo me una y exprese lo que opino; nunca lo hice, y no por falta de
tiempo o comprensión, sino por poco interés. En cualquier caso, si vamos a
enredarnos en tan molesto tema, lo trataré como sé, como siempre hago. Sobra
decir que me centraré en el lugar donde vivo y en la política que veo, y no en
enfoques históricos ni en países con diferentes formas de gobierno que
desconozco.
Lo primero será pensar en el término política y establecer
qué es. Para ello, no usaré lo escrito por grandes sabios que sabían más que
yo, sino lo que veo y siento según mis propios sentidos. En el ejercicio de la
política, yo veo hombres peleando por el poder y por el control, y como ya
desde niño juzgaba a quienes se ofrecían para ser delegados, hoy sigo juzgando
al que desea responsabilidades sobre los demás; aun pareciéndome deleznable la
busca del poder, ésta puede existir de diversas formas: el más poderoso puede
ser el más fuerte, o el más listo, o el que más seguidores tenga… la forma de
obtención de superioridad siempre fue cambiante, pero siempre existió. ¿Cuál es
hoy? Pues tenemos dos vertientes: una más poderosa, más impredecible y más
secreta es el dinero, y quien más tiene más manda; la otra, a la que nos
referimos hoy, es la política (siempre supeditada, evidentemente, a la primera).
Lo que hoy llamamos ‘democracia’ (y esto es etimológicamente
incorrecto) sirve al ciudadano para elegir a su gobernante, al menos sobre el
papel, pero cuando estudio de forma objetiva y desde un plano superior la
situación de la política solo veo veneno y engaño, y lejos de tener el pueblo el
control de lo que hacen sus gobernantes, son los gobernantes los que entretejen
lo que hará el pueblo. Dando buen uso a su poder, controlan los medios de
comunicación y evaden la digna lucha política que podría haberse dado y nunca
se dio. Al final, controlados, manipulados y perdidos, los votantes nada tienen
que hacer en la situación en la que se encuentran; al desglosarlos, veo que hay
tres tipos muy marcados de votantes: primero hay una buena porción de personas
que desconocen el ejercicio de la política y sus entramadas formas, y usan su
voto según ‘el que cae más simpático’, sin ningún tipo de conocimiento de causa
y favoreciendo así el engaño político (pues nunca la inopia salvará algo tan
complicado como la estafa que vivimos, y no hacen sino caer en la trampa del
pastor y convertirse en rebaño); un segundo grupo de votantes, más numeroso que
el anterior, son aquellos que, conociendo algo mejor la política, pero sin
llegar a comprender su funcionamiento por completo, tratan de mejorar su país
con su voto, y para ello se empapan de la sabiduría de los medios de
comunicación, y aunque sé que me dirán que no, que no es así, les pido a
cuantos se sientan identificados que piensen cuantos partidos políticos han
investigado más allá de los cuatro que salen por televisión (porque sí, hay
muchos más partidos políticos. Éstos también así se transforman en ovejas); por
último, hay un tercer grupo mucho menos poblado que los anteriores, y en él los
votantes conocen el ejercicio de la política y, legítimamente, lo usan para el
bien de su propia situación, y aunque parece que estos aparecen menos en la
metáfora del pastoreo, al meditar un poco nos damos cuenta de que, al ser
muchos menos, deben ejercer el papel de pastor.
Todas estas tramas políticas van paralelas a otra mucho más
deleznable, en la que los partidos políticos de turno dan trabajo a un
porcentaje elevado de la población y estos dan su voto al partido (obviamente).
Esta forma de manipulación me parece tan vasta que no considero a sus
partícipes votantes, pues en realidad no votan.
Esclarecida la política de donde vivo (que por cierto es
España), miremos ahora posibles soluciones. Lo primero que cabría pensar es en
no votar, pues así no se es participe en espectáculo. Esto no es así, pues solo
pensando en cómo cambiar la situación se entra en el juego político, y así en
el circo. Si ni aun no votando no podemos evitar participar en la trama, en mi
opinión no queda si no olvidar el problema, vivir sin él, obviarlo por completo.
Si cada hombre se pensase a sí mismo y no tratara de cambiar los problemas
sociales, efectivamente se mejoraría a sí mismo y engrandecería y elevaría su
sociedad más que con cualquier lucha política.
Breves son mis meditaciones, pero profundas. No soy yo
escritos de realidades, sino de ficciones, y no gusto de expresar mis opiniones
o sentimientos en mis textos, o al menos trato de evitarlos. Sólo unas cuantas
personas que me conocen bien saben si estas líneas son o no mi verdadero sentir
sobre el tema, y no revelaré al lector la verdad. Por otra parte, si alguien me
hubiera preguntado en cualquier momento si algún día escribiría sobre política,
habría jurado que no, que nunca, así que pido por favor que no se tome lo aquí
escrito como un mensaje político a seguir o a criticar.
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