Sé que bien no lo hago,
no entiendo qué hago mal;
mi herido corazón
te daña con crueldad,
y no es porque yo quiera.
Sé que no es por maldad,
que eres mi madre,
que la ecuanimidad
que me falta te daña;
maldita obscuridad
nos absorbe a los dos
y volvemos al mal,
pero yo más te quiero
que a mi soledad misma.
Tuya es, madre, mi ánima,
y mi felicidad
de ti depende, igual que
mi personalidad.
A mi madre, y escribiendo sobre mis propios sentimientos, lejos de la normalidad.
no entiendo qué hago mal;
mi herido corazón
te daña con crueldad,
y no es porque yo quiera.
Sé que no es por maldad,
que eres mi madre,
que la ecuanimidad
que me falta te daña;
maldita obscuridad
nos absorbe a los dos
y volvemos al mal,
pero yo más te quiero
que a mi soledad misma.
Tuya es, madre, mi ánima,
y mi felicidad
de ti depende, igual que
mi personalidad.
A mi madre, y escribiendo sobre mis propios sentimientos, lejos de la normalidad.
Crueldad*
ResponderEliminarPor lo demás, es bonito de leer, tierno, y el espacio que hay hasta la última estrofa a modo de despedida en una carta, me gusta.
Gracias.
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