Hoy os hablaré del
día que me trajeron el FIFA. Yo apenas tenía unos trece años, y
aunque hacía tiempo que la play había salido, hasta entonces no me
la compraron. Por supuesto, me encantó, pero claro, yo era un niño
testarudo y mezquino, y además, un tanto capullo. Y claro, fue
perder un partido y, en la pared, dejé mi puño escrito; a cada gol,
pateaba en suelo, y con cada falta que me pitaban, gritaba. Además,
como era tonto, aunque no sabía jugar, me lo ponía en la dificultad
más elevada, y las tundas que me llevaba sólo eran equiparables a
los golpes que a la pared asestaba.
Al final, cuando me
partí la mano, mi padre me dio un guantazo; el médico, simpático y
poco austero, me dio un caramelo; y mi madre, a quien yo más quería,
me pego una paliza. Al volver a casa, jugué, perdí y, al no poder
usar mi mano, destrocé el mando. Al contarlo, se rieron quienes me
criaron, y me dijeron algo así como ‘’Niño tonto, no te
vamos a comprar otro mando; ahora vete, y piensa en lo tonto que
eres’’.
Por
supuesto, en vez de pensar, salí a la calle a robar. Tardé unos
cinco minutos en encontrar a un niño rata. Tenía un colgante de
oro, y un reloj caro, y mis mismos años; era también más delgado,
y más bueno, y menos pícaro. Seguramente, también era más
inteligente. El caso es que no tardé en arrebatarle cuanto tenía.
Se lo vendí a un amigo de papá muy bueno y muy malo, y me prometió
no contarlo. Más tarde, por supuesto, mis padres se enteraron, y yo,
niño tonto e insensato, recibí otra somanta de palos.
Con
el dinero del hurto pude comprar tres mandos. No sé por qué coño
compré tres, pero posiblemente lo hice porque era un profundo
subnormal, y bueno, las gentes que no pensamos hacemos tonterías
todo el rato. Bien pensado, tal vez hice bien, pues tras unas diez
partidas más, volví a quedarme sin poder jugar. Quedé tan iracundo
que tiré la consola por la ventana, y con la mala fortuna de caer
por donde paseaba mi padre, a éste dejé inconsciente. Durante las
dos siguientes semanas, como es de imaginar, mis palizas corrieron a
cuenta de mi mamá.
Comentarios
Publicar un comentario